Lollapalooza 2017: Cuando las Generaciones Chocan – Día 1

Otro año más, otra edición más, parecía ayer cuando estaba escribiendo mi nota sobre el Lollapalooza 2016 y ya nos encontramos en otra versión del festival de música más grande que ha llegado a nuestro país en los últimos años. Entre polémicas de artistas, de coronas de flores, de poleras de Metallica, el sábado primero de abril volví al Parque O’Higgins, pero ahora no para ir a clases, sino que para enfrentarme a horas de tremenda música en vivo (por lo menos ese era el plan).

Yo tiendo a arreglar bien mi horario antes de ir un festival, y siendo un fanático de estos, me tomo muy en serio el trabajo de armar un panorama que me permita ver a mis bandas favoritas, mientras que al mismo tiempo tomar un merecido descanso entre shows. Así fue como en la mañana partí con una mochila cargada de sueños y sandwiches contrabandeados, y me dirigí al recinto. Para mi infortunio, tuve la suerte de perder el pase escolar un día antes del festival, lo que me atrasó bastante mis planes (ya que tuve que ir a buscarlo al lugar donde lo perdí, Dios bendiga al tipo que me contactó y me dijo <3). Mi primera parada era (Me Llamo) Sebastián, el cual tocaba a eso de la 13:00, sin embargo por mi desgracia, sabía que no arribaría en dicho horario, así que tachando su nombre de la lista, fui preparado para llegar a la hora de ver a los Weichafe.

En los seis años de Lollapalooza que han habido, siempre llegó por el Metro Parque O’Higgins, ya que resulta la apuesta más lógica considerando que es justamente ahí donde se realiza el festival, no obstante una voz celestial salida de Metro de Santiago nos advirtió que prefiriéramos las estaciones Toesca y Rondizzoni, y atascado en la muchedumbre intentando subirme en Los Heroes, llegué a la brillante conclusión que quizá bajarme en Toesca y entrar por Tupper podría ser mucho más fructífero.

Eureka, lo que anteriormente fueron fatigosas jornadas de filas y revisión, se redujeron a plenos dos minutos en que en lugar del tiempo, lo que perdí fue la tapa de mi botella (nota metal: prever esto). Ya adentro a eso de las 13:45, me vi con media hora de ventaja la que usé para recorrer el recinto y robarme un par de folletos de informaciones, con nulo éxito en esto último.

Mientras La Pozze Latina sonaba de fondo, no pude evitar recordar algo que muchos de los asistentes pasan a llevar, fuera que Lollapalooza sea un festival de música, es notorio el cariño que se pone en las actividades paralelas a los shows en vivo. Obstante de los forzosos stands de marcas atestados por filas y filas de gente que no sé que ve de entretenido en pagar una entrada para ponerse en una colar, el lugar da una cálida sensación de carnaval, de alegría, de gente pasándola bien. Especial mención hago a una banda de músicos ambulantes que vi dándose vueltas durante distintos momentos de la tarde. Probablemente si hubiera menos gente estas cosas serían más tomadas en cuenta, pero nunca está demás hacerles una mención.

Antes que todo, quiero disculparme por la baja calidad de las fotos en comparación con el año pasado, no pude traer mi cámara y solo conté con el celular para auxiliarme (carita triste).

Weichafe

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

Ya a las 14:15 se inició el show de Weichafe, que partieron dando con firmeza una presentación a su nuevo disco con la entrada de este mismo: «SW (Soy Weichafe)». Sonando como bomba y con plena pasión sobre el escenario, toda la energía del trío quedó transmitida en una feroz audiencia que saltó y coreó cada una de sus canciones además de organizar un ocasional mosh.

Siendo un admirador del último trabajo de los nacionales, me vi entretenido por la mezcla de tanto nuevas adiciones a su repertorio, como de clásicos de la agrupación tales como «Rock del Poncho» y «Las Cosas Simples». El carisma entregado por sus integrantes al mismo tiempo dio paso a que incluso las canciones menos reconocibles fueran cabezeadas y bailadas de alguna forma.

La presentación estuvo marcada por la inclusión de mensajes de protesta, lo que en sí quizá pudo jugarles en contra ya que la variedad de mensajes evitó en sí dar un crítica concisa, sin embargo, dada la masividad del festival, puedo entender porque la banda sintió como importante aprovechar su voz y hacer variadas críticas al sistema que junto a sus temas se mezclaron como un gran canto de protesta.

Al mismo tiempo, existió una notoria presencia de covers, en ese sentido admiro el que hayan metido «Gracias a la Vida» y «Todos Juntos» dentro en sí de sus canciones, como una forma de acompañar las composiciones propias con el respeto hacia los genios nacionales. Mas en el caso de «Estrechez de Corazón», a pesar de haberla cantado y disfrutado con el alma, debo aceptar que quizá no era la circunstancia para hacer un cover entero de un tema que perfectamente pudo haber sido una adición propia.

En cualquier caso, estos no son más que detalles que pudieron pulirse, pues en ningún caso manchan una presentación que sonó como cañón y que fue dirigida con maestría por un trío de chilenos que marcaron una pesada presencia en una jornada que es cada año más criticada por su falta de guitarra duras y baterías pesadas.

Terminado el show, me encontré cansado después de haber saltado y gritado junto a un grupo de espectadores animosos y llenos de energía, posteriormente me encontré con un amigo y juntos fuimos a lo que sería nuestra siguiente parada.

Lucybell

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

Siendo las 15:15 comenzó la presentación de Lucybell, un grupo que ya había tenido la oportunidad de ver en distintas ocasiones, una de ellas el Lollapalooza del 2014. No siendo de mis bandas predilectas, aún así admiro mucho su discografía y sí considero que tienen clásicos innegables. Sin embargo lo que presencié fue distante de cualquier peak que la agrupación haya tenido.

Partiendo de golpe con una canción nueva llamada «Por Amor», fue difícil enganchar, luego ya con temas más de antaño como «Sembrando en el Mar»«Caballos de Histeria», y «Lucas No Bélicas» fueron ganado terreno, no obstante la guerra estaba más o menos perdida ya que una pésima equalización del sonido me hizo casi imposible la labor de disfrutar la presentación de los nacionales.

Con un bombo y un bajo sonando como el infierno, la voz de Claudio Valenzuela y las distintas guitarras se confundían entre un ruido ensordecedor y poco claro, mi fanatismo por ciertas canciones me permitió bailar y cantar a pesar del dificultoso momento, pero a medida que pasaba el tiempo el tema pareció no solo no solucionarse sino que ir empeorando. Quería imaginarme a unos sonidistas enloquecidos tras bambalinas, haciendo sus mejores esfuerzos por dar parche a este conflicto, pero me dio hasta la impresión que este desbalance fue más adrede que un infortunio.

Haciendo lo mío por pasarla bien con clásicos como «Viajar» «Mataz», me vi coreando a viva voz junto al resto del público. La voz de Valenzuela dentro de todo el ruido todavía era algo distinguible, y con esa pauta pudieron tener a una masa cantando junto a él y disfrutando del grupo de alguna forma. Llegando al final fueron canciones como «Sálvame la Vida» «A Perderse» las encargadas de dar el broche a su presentación, accidentada, pero disfrutable en algún sentido.

Terminada la presentación me di una hora para poder descansar mis agotados pies, así que aposenté en el pasto y comiendo uno de mis sandwiches contrabandeados me vi recuperando fuerzas para lo que sería la presentación más agotadora del día.

Cage the Elephant

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

Tenía muchas razones para estar expectante a la vuelta de los norteamericanos Cage the Elephant, un grupo de rock alternativo que se presentó por tercera vez en tierras nacionales de mano de este festival. Una de ellas fue el ya haberlos presenciado en una energética y potente presentación en 2014, lo cual daba garantía de las capacidades de la agrupación, sin embargo lo que me tuvo más enfático fue el hecho de que su último disco «Tell Me I’m Pretty», el cual venían promocionando, fuera una de las mejores producciones de su carrera, puntos que sumaban para una receta ganadora.

A penas comenzó la presentación supe que sería un concierto maravilloso, comenzando como bomba con «Cry Baby Cry» «In One Ear», el público y la banda no dieron descanso, la gente parecía conocer cada tema y no dudaron en corear hasta los murmullos del vocalista junto con saltar al ritmo del bombo.

Habiéndose presentado en ese mismo escenario hace más de una hora Lucybell, temí por tener que sufrir de nuevo una pésima ecualización, pero no puedo poner reparos contra el sonido de Cage, cada instrumento encontró su lugar al igual que la voz de Matt Shultz, que de pasó dio un show magnífico no dejando dudas respecto a su tremenda calidad de frontman, moviéndose constantemente sobre el escenario y transmitiendo energía en cada nota cantada.

Hubo una fuerte presencia de los últimos dos discos de la banda, de hecho, apenas tres canciones de sus primeras publicaciones encontraron lugar en la lista de canciones, no obstante no extrañé ninguna canción que no fuera remplazada por algo igualmente potente o emotivo.

Entre temas sólido y energéticos como «Cold Cold Cold» «Spiderheads», la banda también encontró momentos para sensibilizar a la audiencia con ya clásicos más lentos como «Shake Me Down» y la magnífica «Cigarette Daydreams» que no me imaginé que fueran a interpretar, más aún pensando que ni siquiera fue ejecutada en su show anterior que supuestamente se encargó de promocionar ese disco, fue una muy agradable sorpresa.

Fue la presentación que más disfruté durante el día en un aspecto físico, ya que metido entre una multitud de gente dispuesta a darlo todo, me encontré en el máximo disfrute posible. Con una tercera edición bajo el brazo lo normal sería estar cansados de ver a los Cage the Elephant, pero pareciera que el grupo solo escala hacia arriba y si siguen en esta pendiente entonces seré el primero en la fila para verlos cuando vuelvan a este país que ya pareciera ser una apuesta segura de las giras de los estadounidenses.

Oficialmente agotado y en conocimiento de que mi próximo destino sería mucho más tranquilo, preferí ver a mi próxima banda desde la distancia y sentado en el pasto, cosa de poder recobrar las fuerzas que ocupé viendo a los Cage.

The 1975

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

Entonces a las 17:15 me quedé sentado en el pasto escuchando de fondo a los británicos de The 1975, una agrupación de un marcado Indie Pop que hacía su debut en nuestro país luego que su primer concierto en solitario fuera re-agendado de septiembre del año pasado a esta fecha.

Cuando llegué estaban ya tocando dos hits de su última producción “Love Me” y “UGH!”, canciones que justamente abren este álbum. Desde el primer momento pude destacar un sonido impecable, casi como sacado de estudio, y con una pulida voz del vocalista Matthew Healy. El resto del grupo tampoco dio señas de debilidad al entregar una hipnotizante interpretación de sus temas.

Incluso a distancia podía sentirme absorbido por el carisma del frontman, que tenía al público a sus pies haciéndolo gritar cada vez que podía y en cada nuevo inicio de algún tema. No pude evitar recordar a Prince en ciertos momentos.

Llegando al final de su presentación empezaron a relucir los hits indiscutidos, “Sex”, “Chocolate” y cerrando, la canción más exitosa de su última producción: “The Sound”. Casi antes de irme a ver a mi próxima banda, sentí la necesidad de, una vez descansado, acercarme a la masa de gente, que coreaba con el alma y a viva voz. Sin haber estado allí, no me quedaba duda que la gente había pasado un excelente rato, y que estos chicos la romperían cada vez que volvieran a pisar suelo chileno.

Rancid

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

El 2016 tuvimos a Bad Religión, y este año recibimos a Rancid, con la ligera diferencia que en los aproximadamente 25 años de existencia del grupo, esta sería su primera presentación en suelo nacional, lo que como siempre estuvo acompañado de sus respectivas polémica (“eh, te apuezto a que los zorronez no cachan nada de buen pan rac”), pero que al fin y al cabo se redujo a como lo haría la banda y como lo recibiría el público del festival.

No soy un enorme fanático de los californianos, pero su historia es innegable y no careciendo de hits, no podía perderme su debut. Entonces entremedio de un expectante público, comenzaron a tocar, dando inicio con probablemente su canción más reconocible: “Radio”.

Una sabia decisión fue poner a la banda en el mismo escenario en que posteriormente tocaría Metallica, ya que se notaba que esa era gente dispuesta a ensuciarse las manos, saltando, gritando e incluso haciendo círculos de mosh, que pueden no ser ni una décima parte de violentos como lo serían en un bar del sur de Santiago, pero que igual dieron paso a entretenidos momentos.

Una de las cosas que más podría criticar de la banda, es que en general la mayoría de sus canciones tienen la misma esencia, como si fueran variación de un mismo tema, no obstante, su desplante en el escenario era contagioso y te hacía imposible no querer saltar incluso con las canciones que no conocías.

Era notoria que mucha gente no conocía del todo al grupo, especialmente cuando el guitarrista Lars Frederiksen pidió a la gente que coreara “I Wanna Riot” sin los resultados esperados, pero creo que la disposición de la gente de pasarlo bien, y el buen desempeño de la banda, harán que más de un presente que no había ni siquiera notado la existencia de los punks hasta ese día, llegue a su casa a escuchar alguno de sus discos.

Cargado de sus clásicos más notorios, cerraron con “Time Bomb” y “Ruby Soho”, canciones que para variar, generaron pasión en una masa que solo quería pasar un buen rato, y que vaya que lo tuvo, en lo que me incluyo, porque después de ver a Rancid, quedé oficialmente molido.

Así, terminada la presentación, me acerqué al escenario contiguo a recargar mis fuerzas con lo que sería el primer show de un headliner en la jornada.

The xx

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

Los británicos de The xx empezaron a tocar a eso de las 20:15, con un nuevo disco recién salido del horno llamado “I See You”, comenzaron una presentación cargada del más dulce pop que este mundo haya visto.

Dispuesto a la lejanía del escenario, varias cosas me llamaron la atención de la banda, una de ellas el que fueran un trío, compuesto de un bajista, una guitarrista (ambos vocalista sigualmente), y un DJ, el cual se encargaba de dar los ritmos de batería y los efectos que acompañaban este onírico Indie Pop.

Siempre pensé que The xx no era la clase banda que se consideraba masiva, y por lo mismo me sorprendió mucho verlo como cabezas del cartel, sin embargo, el ver que a cada introducción la gente gritara como si cada tema interpretado fuera su canción favorita, me dejó en claro porque el grupo tenía muy bien ganado su lugar.

No siendo la clase de música que me imagino la gente salte y grite, debo aplaudir la espectacular mezcla de sonido de la banda, oyéndose absolutamente impecable. Desde donde estaba quedé enamorado de su presentación dada la gran calidad del sonido y la capacidad vocal de Romy Madley Croft y Oliver Sim, que al mismo tiempo no fallaron en sus respectivas interpretaciones musicales.

Quizá el punto más débil fue su desplante escénico, ya que no vi realmente movimiento en el escenario, o algo que me hiciera sentir que estaba viendo un show con todas sus letras, pero a los fanáticos poco y nada les importó esto, porque lo pulido y genial de sus interpretaciones llenó todos esos espacios.

Ya durante el primer encore, me vi en la necesidad de empezar a prepararme para el plato fuerte de la noche, habiendo comido durante el concierto de los británicos, fui a buscar agua, y procedí a irme al otro escenario principal, en donde decenas de miles de personas se me habían adelantado.

Metallica

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

Las 21:30 marcaron, el escenario contiguo extinguió su música y con unos minutos de retraso, un tema introductorio empezó a reproducirse, dando paso a la presentación característica de la banda de San Francisco: “The Ecstasy of Gold”, del gran compositor Ennio Morricone. Entre fanáticos del cine, y metaleros perseverantes de la banda, se oyó un gran coro entonando este himno del western, el cual una vez finalizado, dio paso a una intro reproducida del tema “Hardwired”.

Entre imágenes de la banda mezcladas con la carátula de su último disco, de repente se acercan figuras oscuras al escenario, y dando un golpe a la caja Metallica comenzó a entonar la primera canción de su último álbum. Partiendo como una bomba y con cientos de fanáticos gritando a viva voz, la leyenda de Metallica empezaba a contarse.

Una de las cosas que más le critiqué a su último disco fue la inclusión de muchas canciones de relleno, pero las que sonaron esa noche no fueron aquellas, sino que temas que están destinados ser una inclusión clásica en el repertorio de la banda, “Atlas, Rise”, “Now That We’re Dead”, “Moth into the Flame” y “Halo on Fire” fueron las encargadas de recordar que la banda está lejos de morir y la pasión de los fanáticos fue la retribución precisa.

Los clásicos no faltaron, “For Whom the Bell Tolls” y “One”, fueron las primeras en aparecerse, y junto a un gran desplante escénico de los músicos, era difícil no sentirse lleno de energía al presenciar tales himnos de la música pesada.

La primera sorpresa vino de un tema de su primer disco que no tocan desde hace unos cuatro años: “Motorbreath”, y la gente agradeció esta inclusión con potencia y pasión. Incluso entre temas hubo lugar para que el bajista Robert Trujillo diera muestras de sus capacidades con segmentos de “To Live Is to Die” y “Anesthesia (Pulling Teeth)”.

La voz de Hetfield no daba señales de debilitamiento, y acompañado de Hammet en los coros, que además dio geniales muestras en la guitarra, me hacían dudar si realmente habían pasado tanto años, y si estos Metallica eran los mismos que hace un tiempo estuvieron a instantes del quiebre.

Entre “Master of Puppets”, el guitarrista Kirk Hammett se dio el tiempo de hacer una improvisación en guitarra que finalizó con el tratando de tocar con su parte trasera, y incluso contra el amplificador, un recuerdo de aquellos tiempos en que los rockstars quebraban sus guitarras en dos.

Ya finalizando el primer tiempo con la potente “Seek & Destroy” que tuvo un aplastante recibimiento del público, el grupo se retiró por unos instantes del escenario. Dificilmente diría que estaba cerca del escenario, pero por Dios, creo que en mis años de asistencia a festivales, nunca había visto tanta presencia por una sola banda, incluso a distancia se notaba que la masa llegaba mucho más atrás de mí, y en fotos posteriores pude confirmar que un mar de gente se reunió para presenciar la vuelta de los metaleros en suelo nacional.

La banda volvió al escenario, esta vez para entonar sus últimas canciones. Con “Fight Fire with Fire” y “Nothing Else Matters”, ya mostraban que el show estaba por terminar, y cerrando con broche de oro entonaron “Enter Sandman”, clásico en el cual hasta el más reacio del grupo se vio cantando.

Mentiría si dijera que Metallica es una de mis banda favoritas, pero estaría mintiendo más aún si les contara que lo que presencié el sábado no fue un desplante épico y surrealista. En esta jornada del festival una de las mayores críticas fue al hecho que la presentación de un grupo tan grande fuera en un mero festivalucho, pero los californianos son más inteligente que muchos de sus necios fanáticos, y si ven la oportunidad de evangelizar sobre la palabra del metal en un escenario en que quizá muchos ni si quiera había oído una canción de ellos que no estuviera en un Guitar Hero, entonces la van a aprovechar.

El Final

Ya terminado el día, me dirigí al metro esperando (como siempre) abordar el tren a mi casa, sin embargo ya en llegando allá me percaté que justo llegó una micro para salvarme, a la cual me subí en seguida, llevándome a un lugar donde tendría que combinar y blablabla, no quieren que les de la dirección de mi casa, ¿verdad?

Todo acabo conmigo completamente derrotado fisicamente, cansado en cuerpo y alma, desde mis pies hasta mi garganta, y con un sueño demoledor, pero más aún, demasiado feliz, pues el día había resultado excelente y había tenido la oportunidad de presenciar maravillosa música en vivo.

Finalizo este día repudiando la elitización de la música, la idea de que solo aquellos que son fanáticos a morir de una banda deban ser los que los escuchen, o peor aún, que si eres rubia y te gustan las coronas de flores, entonces eres biológicamente incapaz de escuchar a Metallica.

Escuchen la música que quieran, noche no vi ni blanco ni negro, lo que vi fue una banda tocando con pasión y un público respondiendo con amor y energía, ¿y de qué  se trata la música si no es de eso?. Agradezcamos que estas bandas pueden seguir viniendo y que tenemos la oportunidad de verla en alguna forma en tierra nacional. El sábado vi cuando las generaciones chocan, cuando los veteranos se juntan con sus hijos, los neonatos se unen a los fanáticos apasionados, y codo a codo disfrutan de una banda sonando como cañón y dando todo de sí misma arriba del escenario.

Obviamente hubo cosas malas, los festivales no son perfectos, ni siquiera los shows en solitario, pero eso lo dejaré para mi conclusión final en la nota del día 2, por ahora lo que puedo criticar fue, como siempre, a los sonidistas de algunos shows en donde parecían más fanáticos del ruido que de la música, pero a diferencia de años pasado, me atrevería a decir que salvo una excepción (ejem ejem Lucybell ejem ejem) el trabajo fue hecho de forma que aún se mantuviera decente y disfrutable, fuera de eso, lo único que puedo agregar ahora es que ¡SE VIENE THE STROKES PAPÁ!

Cristóbal Sepúlveda Cobo

Reseñador de música, cine y televisión y pseudo-crítico, hipster de día, esnob de noche.

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