Lollapalooza 2017: Viva el Rock, Viva el Pop – Día 2

Volvemos a una nueva jornada de música. Un domingo en que desperté cansado y agotado, pero listo para presenciar más música en vivo, porque en lo que parece estar convirtiéndose en una tradición, mi día predilecto se estaba volviendo el domingo. Y siendo así, el ánimo y la emoción superaron el cansancio y me levanté con ganas de vivir un día más de sed, hambre, dolor y mucha música.

Como el sábado me había resultado tan bien entrar por Tupper, repliqué mi técnica este día, lo cual volvió a traer resultados provechosos, y ahora guardando la tapa de mi botella en un lugar oculto (TOMA ESO SISTEMA), me vi a eso de las 12:30 dentro del Parque O’Higgins listo para pasarlo muy bien.

Como llegué ligeramente antes de mi primera parada, no tuve el tiempo de recorrer el lugar previo al show, pero al ser este en el Teatro la Cúpula, me ví obligado a cruzar todo el parque, observando a tempranas horas a filas y filas de gente intentando entrar a algún stand (¿por qué se hacen eso, gente?), mientras paralelamente en uno de los escenarios principales los nacionales de Liricistas lograban que la masa a su alrededor alzara y bajara las manos al ritmo de su música.

Tus Amigos Nuevos

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

El reloj daba las 12:45 y ya dentro del teatro me preparé para los nacionales que más había ansiado escuchar en las dos jornadas: Tus Amigos Nuevos, probablemente la mejor banda chilena haciendo música actualmente. Siendo una presentación más íntima dada la naturaleza de La Cúpula, no me costó estar a pocos metros del escenario y ya siendo el momento, los chilenos aparecieron en escena, vestidos en pijama y con unas coronas de flores en sus cabezas, malditos genios.

Entonces con sus instrumentos en mano dieron paso a «La Novedad», tema que abre su último disco y que da una genial partida. No soy bueno contando gente, pero puedo asegurar que cada persona en la cancha estaba ahí para bailar junto a cada tema de los chilenos, lo que junto al gran carisma que sus integrantes manejan resultó en una fiesta de música alternativa.

Entre una mezcla de canciones de su primer disco, y de su última producción, supieron mantener un setlist equilibrado que no dejara ningún éxito afuera, pudiendo enganchar a cualquier neonato a seguir la música de la banda pasado el show. Mientras los chicos tocaban de fondo se reproducían imágenes de gente bailando de los años 20, personajes de televisión, e incluso de la campaña contra el tabaco del Minsal.

A pesar de la magnitud del contexto, todo se sintió personal y controlado, como si fuera una tocata más, con el detalle que pareciera que para Tus Amigos Nuevos, todo concierto es una presentación en el Lollapalooza. El cuarteto se mostró divertido sobre el escenario y todo eso se transmitió en un show que no solo fue musicalmente atrayente, sino que además lleno de energía y pasión.

Cerrando con «ParanừPateando Petróleo»«Tu Fiesta Vale Callampa», no mostraron debilidad en ningún momento, y con un público dispuesto a saltar con fervor, incluso en la penúltima canción hubo gente que, independiente de estar en un festival como este, se subió al escenario y coreó junto a los muchachos.

La cercanía y amor que estos chicos pusieron en esa presentación la hizo posiblemente la mejor que yo haya presenciado tan temprano en mi vida. Eran la 13:30 y ya estaba cansado, transpirando una gota emocionante y plagada de energía, puedo apostar que sabremos más de Tus Amigos Nuevos en el festival, pero más arriba en el Line-Up.

We Are the Grand

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

Cansado, pero no muerto, salí de la Cúpula corriendo para ir a ver a otro cuarteto de chilenos que tenía ganas de presenciar: We Are the Grand. Su show había comenzado hace unos 15 minutos, pero todavía quedaba alrededor de media hora para disfrutar, lo que lo convertía en un concierto todavía con contenido por apreciar.

Hace tiempo que no veía a la banda, y la última vez todavía estaban promocionando su primer disco, así que mi primordial intención era ver como sonaría su excelente «Volver» en vivo. Cuando me aparecí por el escenario sonaba de fondo «Se Incendió» y con un sólido sonido en vivo, sabría que se vendría algo bueno.

La banda no se caracterizó por tener una arriesgada puesta en escena, pero en su lugar tuvieron un impecable sonido que apuesto que bastante grupos nacionales envidiarían. Cada músico suena como debería sonar y la voz de Sebastián Gallardo da el filo sobre el escenario.

Las canciones nuevas sonaban como bomba, y rodeada de un par de clásicos de la banda como «Ecstasy»«Save Me«, supieron mezclarse de forma que sonara tan encantador como potente. La tendencia de las canciones nuevas es más hacia la balada que sobre el rock, lo que las hizo muy coreables y me sorprendió el hecho de ver que mucha gente reconocíera dichos temas (no por nada es la tercera vez que los nacionales pisan este festival).

Terminada la presentación, decidí sentarme ya que el inicio de bandas chilenas agotó mis fuerzas a más no poder. A diferencia del día anterior, el domingo mi comida se redujo a un pan con jamón, lo que me puso en la complicada situación de tener que comprar alimentos. Algo que puedo destacar dentro del monopolio que se maneja dentro de la industria de la música en vivo, es que a diferencia de anteriores versiones del festival, ahora se cambió de un nefasto sistema de venta de tokens (que más encima solo servían por el día y que poco menos te obligaban a comprar al por mayor para que saliera menos caro) por uno de cashless, el cual consistía en que tenías que ponerle plata a tu pulsera y luego comprar con ella, y en caso de sobrarte podías reembolsar después. Una burocracia algo dudosa, pero que al fin y al cabo resultó en un paso positivo en comparación con años anteriores.

Con esto en mente, fui a comprar comida. En un principio no tuve problemas, ya que no había casi nada de cola, pero la segunda vez que compré (una empanada insípida que no podría arrepentirme más de haber pagado) me tuve que aguantar una fila asquerosa, tanto para comprar como para retirar. A todo esto, mientras compraba, en un escenario sonaban unos Gondwana que pareciera estuvieron tocando una sola canción durante una hora (no entraré en detalles sobre eso). Librado de eso, pude acercarme a mi siguiente presentación.

Alex Anwandter

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

El nuevo ídolo pop chileno se presentaba sobre el escenario, con un potente nuevo disco bajo el brazo y una fanaticada agradablemente alta, empezando su show con el tema que da nombre a su último álbum: «Amiga». Mientras tanto, yo me quedé en el pasto comiendo mi mala empanada, y disfrutando de un potente concierto.

Alex no solo es un músico bastante completo, sino que también un excelente frontman. Con un manejo escénico increíble, tuvo al público en la palma de su mano. Entre temas clásicos de su autoría como «Tomernta» y nuevas adiciones tales como «Siempre Es Viernes en Mi Corazón»«Cordillera», la masa se mostró frenética ante la mezcla de electrónica y pop que podía poner a bailar hasta al más reacio crítico del cantante.

La voz de Alex se mostró pulida y en general la banda dio un buen trabajo reproduciendo las tonadas de los temas. Incluso hubo lugar para interpretar temas de la ex-banda del cantante, Teleradio Donoso, canciones que la gente recibió de forma cálida y masiva, coreando hasta el cansancio.

Haciendo mención de lo importante que es la música nacional y su apoyo, el cantante nacional demostró que la escena en nuestro país está lejos de estar muerta, y que cualquiera que opine lo contrario realmente, o tiene que escuchar más, o tiene que abrirse más, porque en lo que respecta a interpretes chilenos, Alex dejó en claro que en calidad no tenemos nada que envidiarle a los internacionales.

Ya finalizado su show, estiré las patas y me moví al otro escenario principal, ahora dispuesto a mover el esqueleto.

Catfish and the Bottlemen

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

La primera vez que escuché a los Catfish fue de manera tan aleatoria que pensé que estaba descubriendo una especie de banda desconocida, pero su creciente popularidad en los últimos meses me ha hecho pensar que quizá nunca lo fue en primer lugar. De partida, difícilmente pensé que los británicos se presentarían en un corto tiempo en nuestro país, pero aún menos pude visualizar la cantidad de gente que estaría allí dispuesta a corear todos sus temas.

Dando inicio con un tema de su primer álbum: «Homesick», la masa empezó a saltar y cantar a viva voz como si su alma se estuviera desprendiendo de sus cuerpos, yo estando más menos cerca del escenario, pude presenciar de primera fuente el como la gente en general se mostró frenética por el cuarteto de músicos.

Entre temas de su última producción y canciones de su debut, la gente no dio descanso en ningún momento, en parte gracias al gran carisma del vocalista Van McCann quien tuvo a la gente justo donde quería, haciendo que las chicas suspiraran su nombre y los muchachos desearan ser él.

La banda en sí sonó muy sólida, no siendo sus canciones algo prodigioso que digamos, dieron el ancho para lo que la presentación necesitaba y con un show de poco menos de una hora, manejaron bien tanto al público como a sus instrumentos. Siendo un fanático de sus dos discos, la verdad es que la pasé muy bien con cada una de sus canciones, pero de verdad me sorprendió que la gente en sí en ningún momento se mostrara aburrida o queriendo pasar de tema, incluso cuando no se sabían la letra o la melodía, la gente bailó y disfrutó como pudo, como todo concierto debería ser.

Pasándola muy bien, cuando la última canción empezó a sonar, procedí a retirarme del escenario ya que en el contiguo iba a empezar una presentación que tenía más que anticipada.

Jimmy Eat World

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

No me considero el fanático más grande de los Jimmy Eat World, pero además de adorar su disco, «Bleed American», encuentro que han tenido una consistente carrera que si bien no ha gozado de la máxima popularidad, ha logrado ser paulatinamente buena sin tener un disco que podamos decir «del montón». Dicho eso, su confirmación tardía en el Line-Up no hizo más que emocionar más mi venida al festival, por lo que entenderán que estuve expectante a su concierto.

La presentación dio inicio con mi canción favorita de ellos: «Bleed American», tema que gocé muchísimo, pero que lamentablemente mostró lo que se convertiría en la peor cosa del show: el desinterés del público. No sé si será que mucha gente esperaba los dos conciertos posteriores que vendrían en ese escenario, o que habían oído de los Jimmy y pensaron que sería buena idea ir a verlos, pero me topé con muchas personas que no movieron una pestaña durante todo el concierto.

Sobre el desplante de la banda poco es lo malo que puedo decir, fueron constantemente entretenidos y pude notar que la estaban pasando bien encima del escenario. Hubo unos ligeros problemas de sonido en que el bombo batería se empezó a escuchar más que el resto de los instrumentos opacando especialmente a las guitarras, pero en general la interpretación fue buena y el vocalista, Jim Adkins (que por cierto está de cumpleaños el mismo día que yo), se mostró carismático y con una voz en buen estado.

Lamentablemente mi disfrute se vio interrumpido, ya que la mayor parte de la gente no saltó ni canto la mayor parte de las canciones del cuarteto, haciéndome sentir algo extraño intentando pasar un buen rato. En ese sentido hubiera disfrutado más un show en solitario de la banda donde hubiera gente que de verdad quería pasarla bien con los temas del grupo. Fueron pocas las canciones que lograron enloquecer al publico, dentro de ellas: «A Praise Chorus»«Sweetness».

Finalmente, la canción que hizo que toda la gente saltara y cantara fue su indiscutido tema más popular: «The Middle», canción que en sí dió para una cálida despedida siendo lo que en general todo el show tuvo que ser. Quedé con gusto a poco y quizá con ganas de ver a la banda en una mejor situación, de todas formas aprecié mucho su venida y el poder escuchar esas canciones, que pensé que moriría sin oír.

Ya cansado nuevamente, y esperando a los cabezas de cartel de la noche, me junté con un amigo y nos sentamos entre los dos escenarios para poder escuchar la siguiente banda.

Duran Duran

Si miras con mucha atención, puedes ver una mancha que son Duran Duran (Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

Al igual que Metallica el sábado, Duran Duran vino al festival a representar a las generaciones pasadas, y al mismo tiempo, a enamorar a las presentes. Sentado a distancia e intentando prepararme para lo que vendría en la noche, los británicos comenzaron su presentación.

No quiero hacer juicios apresurados, pero no sé si habrá cirugías de por medio, una muy buena dieta y estilo de vida, o un pacto con el diablo, ya que el grupo aparentó cualquier cosa, menos ser una banda de viejos. Físicamente toda la banda lució muy bien, con un estilo de la moda muy ochentero y lleno de vitalidad. La mezcla de imagen y música que los hizo grandes en su tiempo aún se mantenía impecable.

El vocalista Simon Le Bon no solo no dio señales de debilitamiento en su potente voz, sino que además dio un excelente espectáculo como frontman, dando cátedra de como mantener el alma viva a pesar de los años. Además acompañado de un grupo de magníficas coristas, dieron una muestra vocal sorprendente. Un show redondo y con todas sus letras.

La banda no se mantuvo al margen de la presentación, el bajista John Taylor se mostró vívido al mismo tiempo que interpretó de manera concisa y sólida, citando a la película «Sing Street»: «John Taylor es uno de los bajistas más proficientes en el Reino Unido en este momento, dándoles un toque funky».

Entre una mezcla de temas clásicos como «Hungry Like the Wolf»«Ordinary World», además de un par de canciones nuevas, la banda demostró que los años no han pasado en vano y que todavía tienen un par de cosas que contar.

Ya casi terminando el show, me empecé a preparar para lo más pesado de la noche, así que como buen niño, fui al baño, rellené mi botella con agua, me junté con el señor Coba, y procedí a ir a un escenario principal a dar un par de horas de no-descanso.

Two Door Cinema Club

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

Eran pasada las siete de la tarde y entremedio de un tumulto de gente, me preparaba para lo que sería mi penúltima presentación de la jornada. Entonces, los británicos salieron a escena y con su característico sonido de música indie y electrónica, empezaron lo que sería su presentación con el tema «Cigarettes in the Theatre».

Desde el primer momento, la gente se mostró dispuesta a todo, los Two Door Cinema Club tiene la característica que todas sus canciones tiene la materia de éxitos, lo que las hacía la intersección perfecta entre los fanáticos de la escena alternativa, como de los de la música pop.

Es que no hubo tema que la gente no bailara, parecía que estaban dispuestos a todo y que aunque una canción no la conocieran, igualmente podían saltar y cantarla en una algo difusa y gritada letra. La banda no tuvo en sí mismo una maravillosa puesta en escena, pero se nota que la pasaron bien, en su estilo no tan movido de actuar sobre el escenario. Puntos le doy al guitarrista cuya manera de moverse me cayó muy bien <3.

No soy un gran fanático de sus últimos discos, pero hicieron una buena elección de temas que me tuvo activo casi toda la jornada. A excepción de un par de canciones que no fueron de mi agrado, pasé un excelente rato. Siendo su música cargada de efectos de electrónica, la reproducción de los mismos sobre el escenario hizo que no tuviera peros en la parte instrumental, a pesar de que a veces la voz del vocalista del grupo no diera el ancho necesario.

Cerrando con «What You Know», el éxito indiscutiblemente más popular del grupo, la gente dio lo último que quedaba de sí misma al saltar y corear hasta que su garganta se desgarrara del esfuerzo y quedaran algo afónicos. La pasión del público es algo que valoré mucho en el concierto y al mismo tiempo aplaudo el que supieran dar un show que inspirara tal energía.

Entre todos los saltos y bailes que involucró la presentación, una vez terminada esta estuve a meros metros del escenario, y entre una masa que no estaba dispuesta a irse, concluí que, no queriendo quedar atrás como me pasó con Metallica la noche anterior, iba a esperar ahí mismo la hora y media que The Weeknd se estaba presentando en el otro escenario, para así poder ver a los Strokes lo más cerca que pudiera.

No tengo que decir que fue una hora y media horrible, la gente tiene este gusto de moverse cuando están esperando que simplemente no entiendo, onda ¿por qué no nos ponemos todos de acuerdo y esperamos sentados a que comience el siguiente concierto? Ayayay.

En algún momento la gente se calmó y nos quedamos semi-quietos, y entre conversaciones sobre posible canciones que tocarían, además de la preocupación de que Julian fuera a presentarse con un par de sustancias ilícitas sobre el cuerpo, la hora fue pasando y finalmente llegó el momento en que el show más esperado tuviera lugar.

The Strokes

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

El reloj marcó las 22:00 y ahí debió comenzar la presentación, digo «debió», porque no lo hizo, entenderán que cuando estás entre una masa de gente expectante por ver a una de sus bandas favoritas y llevas hora y media luchando contra el dolor, cada minuto cuenta como el infierno, y con más o menos 15 minutos de retraso, y muchos improperios hacia la banda, finalmente los Strokes aparecieron en escena.

Así con el grupo sobre el escenario, empezó a sonar «The Modern Age», pero lamentablemente algo no salió como correspondía, los instrumentos estaban en su lugar, pero el micrófono no, y con un Casablancas que no se oía, la masa (y yo) se mostró bastante molesta, así que apenas terminó la canción empezaron los cantos alegando por la voz, los que fueron tomados en cuenta ya que sonando los primeros acordes de «Soma» la canción fue interrumpida para poder arreglar el detalle. Algo que siendo honesto, nunca había visto en vivo, pero que dio para una anécdota divertida de contar, aunque no tanto de vivir.

Ya con el problema arreglado, la banda decidió comenzar todo de nuevo y volvieron a interpretar «The Modern Age», pero ahora como correspondía, y así fue como oficialmente comenzó el concierto de los Strokes.

Podría dedicarme a analizar canción por canción lo mucho que disfruté el show, pero me quedaría corto. La banda sonó como cañón, si bien hubo un par de problemas de sonido, como que una guitarra se escuchara menos que la otra, y cosas por el estilo, mentiría si dijera que no sentí cada compás con todo mi cuerpo, saltando, cantando, gritando, bailando, cabeceando, disfrutando al máximo.

Julian Casablancas no cuenta con una voz prodigiosa, pero si has escuchado las canciones de los norteamericanos, entonces eso ya lo sabes, como reproducción de su material, el trabajo del vocalista es bueno, y plagado de un carisma que no se expresa en bailes y saltos sobre el escenario, supo mantener la presentación como algo entretenido y dinámico, incluso dedicándole «Last Night» a un globito amarillo que estaba entre el público.

De toda la banda, Albert Hammond Jr. pareció ser el que mejor la pasara, moviéndose por el escenario y sonriéndole al público. Mientras el resto se limitó a tocar sus instrumentos con un par de vueltas extra, de alguna forma esta manga de inadaptados portavoces de la música alternativa, manejó a decenas de miles de personas para que los adoraran y gritaran sus canciones como si su vida dependiera de ellos.

Lo pasé increíble, uno de los mejores conciertos a los que he asistido en mi vida, de esos en que no puedes quejarte del sonido porque la estás pasando tan bien que solo sientes el ritmo y los acordes fluir por ti y te vez cantando tus canciones favoritas junto a un montón de gente que la está pasando tan o mejor que tú.

Mi único verdadero «pero» lo puedo hacer ya terminada la presentación, y resulta más una queja como fanático que como espectador, y es que a pesar del unánime amor por el debut de The Strokes, hubiera deseado un mayor equilibrio en la repartición de canciones por disco. Lo entiendo, todos amamos el «Is This It», pero creo que tocar diez de los once temas del álbum en desmedro de sus producciones más nuevas como el «Angles» (del cual soy muy fanático) y el «Comedown Machine», me parece una mala decisión. De hecho, el tema «80’s Comedown Machine», estaba dentro del setlist. Sin embargo no fue interpretada, probablemente porque tocaron dos veces «The Modern Age». También debo destacar que en muchos instantes la gente coreó a gran voz «¡UNDER COVER!», lo que me indica que la gente sí desea escuchar de estos discos, y la rabieta no es solo mía.

Como sea, espero que en una próxima venida a nuestro país esto ya no sea un problema, sin embargo, si vuelven a presentarse, estaré en primer fila esperándolos, porque lo que presencié ese domingo fue único. Antes del show estaba molido, pero la energía que vi en vivo fue tanta que no sentí cansancio alguna en todo lo que duró la presentación. Eso sí, una vez terminada la jornada el cansancio volvió por partida doble, pudiéndome yo con suerte poner en pie.

Otra ligera crítica que debo agregar es que en Argentina los Strokes tocaron dos canciones más cuando el público argentino coreó por ellas, esos temas fueron interpretados acá en Chile sin que los pidiéramos (aunque igual fueron disfrutados a morir), pero apenas terminó el show, la gente se fue a sus casa a pesar que hubimos unos cuantos que siguieron gritando por «Under Cover of Darkness», en ese sentido le quiero hacer una crítica al público chileno, ya que es notable el, que en ese sentido, aún nos ganan nuestros vecinos tras-andinos. Deberíamos ponerle más empeño a esas peticiones, más aún si la banda ya había mostrado su voluntad para hacer caso a estas.

Pero como sea, el show terminó y yo feliz como una lombriz y con las piernas hechas polvo, me fui a mi casa. Contento, cansado, sediente, sudado, y muy muy muy feliz.

El Final

Así concluyó una nueva jornada del Lollapalooza, un festival que con polémica o sin ella, se lleva a cabo todos los años. En relación al año pasado destaco el que mejoraran el sistema de venta de comida, a pesar de que no quitó que esta fuera cara, pero hey, es un progreso. Además que la entrada me resultó mucho más expedita en comparación con años pasados, a pesar de que no sé si esto es particularmente mérito del festival o mío (al entrar por una parte en que no había acostumbrado antes)

Lo negativo por un lado fue que muchos shows sonaron bastante peor de lo que debieron, no conozco la mecánica del festival, así que no sé si las bandas traerán sus sonidistas, o si la productora dispondrá de ellos, pero como sea, encuentro inaudito que ciertas bandas tuvieran graves problemas de sonido o que cosas como que el micrófono de Julian Casablancas no sonara ocurrieran en un festival de este calibre.

Además, como todos los años, debo criticar el que en algunos shows, la gente no estuviera tan motivada como la banda lo merecía, entiendo que puedes ir a escuchar lo que te de la gana, y lo avalo, pero haz el favor de no ir a primera fila a hacer eso, que hay gente que quiere pasarlo bien.

Asimismo, tengo que mencionar que me disgusta el como cada año el festival se hace más y más caro. No es inherente al mismo, pero de todas formas es necesario mencionarlo, especialmente cuando recordamos que en sus primeras versiones no había sido tan costoso.

Fuera de eso, la verdad no tengo más cosas que decir negativamente, lo pasé increíble, mi cansado y enfermo cuerpo dio fe de la magnífica experiencia que fue ir a ver a esas bandas y no puedo dejar de aplaudir al festival por la cartelera que entrega año a año.

Entiendo que la gente se muestre crítica frente a la mala experiencia que pudo haber vivido en el Lollapalooza en sí, pero repudio el que se reproche a las bandas que vienen, más aún alegando que «no hay suficiente rock». Tienen el descaro de decir que se ha vuelto progresivamente más popero, olvidando al parecer que en las primeras dos versiones parte de los cabezas del cartel eran Kanye West y deadmau5.

Criticar el festival porque no te gustan las bandas es como que yo criticara Mysteryland porque no me gusta la electrónica, sino te gustan los grupos es porque puede ser que no seas el público objetivo del festival. Como vieron, yo disfruté a muchas bandas, por lo que doy fe que grupos de calidad no faltaron, así que particularmente me molesta que la gente diga que el festival es malo porque «las bandas son malas», yo creo que les falta escuchar más música no más y dejar de ser tan cerrados.

Por otro lado está la clásica queja del público, que los zorrones, que las cuicas, que las coronas de flores, ayayay. El hecho que el festival da una especie de status es innegable, pero por favor ¿vas a pasarla bien o a mirar al público? La verdad es que me molesta que vaya gente a ver bandas que no conoce y solo estar parada dificultando el disfrute de la misma. Pero por un lado, no toda esta gente era particularmente parte del grupo que es más esterotipado en el festival y, por otra parte, mentiría si dijera que no he vivido eso en shows en solitarios o en otros festivales que no son el Lollapalooza, así que estigmatizarlo por esto me parece por lo bajo ridículo.

La música no le pertenece a nadie, si tú quieres disfrutar una banda hazlo, si eres rubia y te gustan Metallica y las coronas de flores, bienvenida seas, pásalo bien, nadie debería criticarte por tus gustos. Seamos maduros y dejemos de hablar de «posers» o de «música maraca», que ya estamos grandecitos creo yo.

Puedes escuchar metal de noche y pop de día, puedes ir con tu polera de Strokes a bailar electrónica y luego juntarte con tus amigos alternativo a cabecear introvertidamente. La música es música y mientras haya espacios como este, que permitan que la gente disfrute de ella y de paso conozca su nueva banda favorita, entonces los aplaudiré y apoyaré porque sigan realizándose, porque al fin y al cabo la idea es que pasemos la mejor experiencia posible. Todos queremos eso ¿no?

Si quieres criticar el festival, que es muy caro, que suena mal, que no está bien llevado a cabo, hazlo, pero dejemos de odiarnos por la música que escuchamos, que después de todo, nadie dicta que podemos y que no podemos escuchar. Al final de todo, que viva el rock, que viva el pop, que viva la música. Nos vemos el 2018.

Cristóbal Sepúlveda Cobo

Reseñador de música, cine y televisión y pseudo-crítico, hipster de día, esnob de noche.

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