Incubus en Chile 2017: Hermoso reencuentro

Hace unos cuantos días Mike Einziger, guitarrista de Incubus, le decía a Culto: «Siempre hemos sentido que nuestro público chileno es el mejor que existe», aclamando la pasión de sus fanático a la horas de entonar ensordecedóramente los himnos del grupo con tal ahínco que llegaban a opacar la voz del mismo Brandon Boyd. Así, el día martes 26, los estadounidenses realizaron su cuarta visita al país y sexto recital en el mismo, reencontrándose con todos aquellos admiradores que tan vehemente manifiestan este cariño por la agrupación.

Hace un par de meses los autores de «Drive» publicaron su octava placa titulada «8», la cual marcaba el regreso del grupo después de su inacabado EP de 2015 «Trust Fall» y en gran escala, su primer LP en seis años. Con dicho álbum bajo el brazo y una legión de éxitos radiales la expectativa era alta, más aún cuando a la fecha todos sus pasos por el país han dado que hablar.

De tal forma, me adentré en el Movistar Arena junto a un recinto lleno de jóvenes con sus parejas, sudor en las frentes, adolescentes frenéticos y adultos de poleras oscuras. Partiendo de forma puntual, entre vitoreos y movimientos en la cancha, las luces se apagaron y los músicos aparecieron sobre el escenario para abrir con un tema de su última producción: «Love in a Time of Surveillance». El inicio de un show que estaría marcada por la presencia de tal álbum.

Cuando se habla de bandas con tanta trayectoria y un innegable carisma con su fanáticada, es difícil no producir una energía apasionada cuando los himnos más clásicos de la discografía aparecen en escena. Y así fue cuando temas como «Warning»«Anna Molly» «Megalomaniac» se mostraron sobre escena, dado pie incluso a que el vocalista transformara la arena en un karaoke permitiendo a esas miles de personas corear el estribillos de sus temas favoritos a viva voz.

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

Habiendo presenciado todo desde la cancha, el sonido del grupo se sintió bastante poco equilibrado, perdiéndose muchas veces la guitarra entre la poderosa batería y el potente bajo que retumbaba por los parlantes. La voz de Boyd sonó clara y no se notaron muestras claras de debilidad, pero entre tantos gritos de repente fue difícil distinguir si realmente estaba dando todo de sí, lo cual claro no es malo sino que más bien una muestra del cariño que los fanáticos tienen por los temas.

La banda se vio a sí misma bastante cómoda sobre el escenario, quizá muy cómoda a ratos, en que solo el frontman parecía tener intenciones de moverse sobre el mismo, mientras Einziger se mostraba quieto junto a su guitarra y Ben Kenney se perdía al lado izquierdo de la escena. El baterista José Pasillas estuvo increíble dando genial manejo de ritmos el cual era particularmente admirable en aquellos temas de la banda que juegan más con las variaciones de tiempos y compases. Chris Kilmore dio su toque especial sobre la tornamesa y los teclados, siendo su participación aunque la menos paulatina, un buen agregado a las canciones, dándose el lujo de colaborar incluso en los cortes en que no aparece.

El público estuvo energético aunque a ratos apagado. Incubus tiene una serie de temas como «Echo» «Are You In?», que no se distinguen por su potencia, y en ellos la gente prefirió mantenerse calma y solo observar a la banda interpretar sobre el escenario mientras cantaban junto a ellos. Mas fueron algunos temas como «Stellar»«The Warmth» donde los vi confusos, sin entregar el cariño que la banda merecía. A pesar de todo, el apreció que tienen los chilenos sobre los compositores del «Make Yourself» fue lo suficientemente cálido como para darle la confianza al grupo de unirse a ellos pidiéndoles que cantaran y que saltaran en ciertas canciones.

Llegó un momento en que incluso la banda se dio el lujo de improvisar el vitoreo de los fanáticos (el clasico «oooh ooooh») lo cual no solo fue entretenido de presenciar sino que nos regaló una bonito postal para tiempos futuros en que miraremos atrás y diremos «¿te acuerdas cuando Incubus tocó eso?«. Además su show fue astuto en la presentación y transformación de ciertas canciones, dándole introducción radiantes a «The Warmth»«Nice to Know You», junto a que terminaron «Wish You Were Here» con el tema homónimo de Pink Floyd.

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

Quizá mi crítica más fuerte ante el recital no tiene que ver precisamente con el desplante y la capacidad de la agrupación sino que frente al lista de temas elegidos. Hubo una sobre-exagerada presencia de canciones del último álbum, lo cual generalmente es esperable, pero que brindó de momentos no tan brillantes ya que hay algunos cortes que simplemente carecen del ímpetu que la banda ha demostrado tener, y más aún, no parecieron conquistar al público siendo una parte menor de él el que conocía o apreciaba dichas canciones lo suficiente como para hacer el momento memorable. Aunque dentro de todo sí hubo segmentos alucinante como en «No Fun», mejor tema del disco, y «Make No Sound in the Digital Forest», canción instrumental que vio a los músicos en su virtuosismo máximo.

Puede ser que mi mente hubiera estado ansiosa de escuchar alguna canción del «S.C.I.E.N.C.E» ya que interpretaron «Circles» en el Rock in Rio, pero creo que es dentro de todo, algo perdonable. Hubiera deseado más variedad comparada con sus otras presentaciones en el  tour sudamericano, ya que en general tocaron más o menos las mismas canciones en las distintas ciudades del continente.

Ya casi terminando, la banda cerró el bloque con su tema más reconocido: «Drive», el cual por su puesto contó con todo el apoyo de la masa que, en una canción que es bastante tranquila, se vio elevada gracias al amor que se tenía al clásico. A lo que tengo que agregar que Einziger dio un solo mucho más producido que en la versión de estudio y acorde con el brillo del momento.

(Foto: Cristóbal Sepúlveda Cobo)

Cuando los músicos se empezaron a retirar del escenario, la gente no desaprovechó en corear el nombre del grupo e incluso de iluminar la arena con sus celulares, produciendo un momento hermoso e inesperado, en el cual al volver la banda a sus posiciones, se pudo notar el cariño que sentían frente al instante. Antes de interpretar su última canción Boyd tuvo la dicha de decir que «cada vez que vengo acá mi corazón crece tres veces su tamaño».

Así, cerraron el recital en poco menos de dos horas y junto a un tema de su disco cuarto disco (el cual se vio bien aprovechado al haber tocado seis temas de tal producción) «Aqueous Transmission». En el cierre el guitarrista tocó una pipa, produciendo un sonido oriental de perfecta calma, acompañado por la tornamesa y teclados de Kilmore para así dar en una despedida magnífica.

Sumando y restando, sería cínico de mi parte criticar un concierto que fue precioso en muchas de sus aristas. Aunque el público pudo dar más y el sonido haber estado en mejores condiciones, es al final la magia que transmite el quinteto la que hace que todo valga la pena y que aquellos minutos de pasión y música valieran los meses de espera, un hermoso reencuentro. Con la camiseta mojada de sudor y las piernas molidas de cansancio, solo puedo desear que los estadounidenses sigan reencantándose con este fragmento de tierra para poder seguir disfrutando de su ardor y fuerza.

Setlist:

  1. Love in a Time of Surveillance
  2. Warning
  3. Nimble Bastard
  4. Anna Molly
  5. Glitterbomb
  6. Megalomaniac
  7. The Warmth
  8. Wish You Were Here (Tocando «Wish You Were Here» de Pink Floyd al final)
  9. State of the Art
  10. Pardon Me
  11. Undefeated
  12. Pantomime
  13. Echo
  14. Sick Sad Little World
  15. Are You In?
  16. Stellar
  17. No Fun
  18. Make No Sound in the Digital Forest
  19. Nice to Know You
  20. Drive
  21. Aqueous Transmission

Cristóbal Sepúlveda Cobo

Reseñador de música, cine y televisión y pseudo-crítico, hipster de día, esnob de noche.

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