A cien años de la más grande exportación futbolística chilensis

En estos momentos la selección chilena de fútbol se prepara para disputar la Copa América Centenario, competición cuyo origen es celebrar los cien años del primer torneo de fútbol continental, el Sudamericano de 1916. Este pionero evento, donde los jugadores se trasladaban en barco a vapor o tren, y los hinchas asistían al estadio con traje y corbata, fue testigo de la popularización de la única jugada cuyo escenario no es el césped sino el cielo: la chilena.

Los orígenes del fútbol en nuestro continente se remontan a la llegada de marinos europeos, principalmente ingleses, que desperdigaban las semillas de este deporte en cada puerto que visitaban. En nuestro país, Valparaíso fue el centro de las primeras actividades futboleras, para luego expandir el juego a Talcahuano, Coquimbo y Santiago. El deporte que inicialmente se tildaba de barbárico, pronto se convirtió un favorito nacional, un espectáculo capaz de congregar a miles.

En 1916, el año de realización del primer Sudamericano, la realidad nacional estuvo marcada en todos los ámbitos por la Primera Guerra Mundial, un conflicto que además de acabar con la era del salitre en Chile, significó la deserción de cuantiosos ciudadanos ingleses que practicaban el fútbol en nuestro país, para enlistarse en el ejército e ir a la guerra. Este hecho a su vez causó que el fútbol se «chilenizara», dejando de lado la omnipresente influencia inglesa, para dar a conocer sus primeros tintes latinoamericanos. Quizá el más temprano (y mejor) ejemplo de ingenio futbolístico chileno fue la acrobática jugada que hoy lleva nuestro nombre, la chilena, consistente en golpear la pelota mientras se está en el aire, elevando las piernas y colocando la espalda paralela al suelo, fue realizada por vez primera en 1914 en el estadio El Morro de Talcahuano, y su autor fue el inmigrante vasco, nacionalizado chileno, Ramón Unzaga.

Nuestro prócer Gary Medel efectuando una chilena.

El mismísimo Ramón Unzaga fue seleccionado para representar a Chile en el torneo de 1916, llevado a cabo en Buenos Aires. El campeón fue Uruguay, que derrotó a Argentina en un partido que devino en una batalla campal entre los jugadores y aficionados, y posteriormente en el incendio del estadio donde se efectuaba el match. Chile obtuvo un ilustre último lugar, atribuido al amateurismo del deporte en comparación con sus pares atlánticos. Pero la participación de Chile no fue en vano. Ramón Unzaga volvió a repetir la chilena, esta vez frente a la competencia internacional, dejando pasmado a todo el público. Los periodistas uruguayos, maravillados ante esta ejemplar muestra de técnica y capacidades físicas, la denomiranon «trizaga», hacienda referencia al apellido de su autor y a la consideración de que la jugada valía por tres. Por su parte, los periodistas argentinos la llamaron «chilena» término que ha sobrevivido hasta el día de hoy para señalar esta jugada.

Sin embargo, el término «chilena» prevalece solamente en los países de habla hispana. En otros idiomas se suele llamar a la jugada a través de alguna variante de «tijeras» o «bicicleta», refiriendo al movimiento de las piernas durante su ejecución, como por ejemplo pontapé de bicicleta («puntapié de bicicleta») en portugués, o cisseau retourné («media vuelta de tijera») en francés. Destaca el nombre «chalaca» con el que se le conocé en Perú, palabra que remite a los «chalacos», nombre con el que se conoce a los habitantes del puerto de Callao, pues el origen de esta jugada es también atribuido a los marinos que jugaban el fútbol en aquel puerto.

Estatua conmemorativa a Ramón Unzaga, ubicada en Talcahuano. (Foto: Diario As)
Estatua conmemorativa a Ramón Unzaga, ubicada en Talcahuano. (Foto: Diario As)

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